viernes, 2 de marzo de 2007
CARRÉ, John le, Amigos absolutos
CARRÉ, John le
Amigos absolutos
Editorial Plaza & Janés
2004
464 págs.
El gran maestro de la novela de la guerra fría publica su decimonovena novela. Quienes vaticinaron la muerte de este género tras la caída del Muro de Berlín, no contaban con la capacidad de adaptación del inglés, que en Amigos absolutos vuelve a sus temas de siempre con un estrambote nuevo.
Las trescientas primeras páginas son del le Carré de siempre: espionaje y contraespionaje, agentes dobles y hasta triples en Alemania Oriental. Los amigos hasta la muerte son un alemán, hijo de un pastor luterano vendido a mejor causa, y un inglés nacido en Pakistán. Les une el pasado incierto y la inseguridad de su propia identidad, la protesta contra la guerra de Vietnam, la fascinación por las comunas y el pacifismo. El 68 pasa pronto, y ambos vuelven a encontrarse en circunstancias rocambolescas para acabar tejiendo el difícil oficio de agentes dobles, una vez que hayan abominado del brutal comunismo de los países satélites.
Pero el Muro cae, y también su oficio. Uno se convierte en guía turístico y el otro danza de un lado a otro buscando causas justas. Aún quedan casi doscientas páginas para que John le Carré trame una historia alrededor del terrorismo islámico y la guerra de Irak, el nuevo género que debe servir de caldo de cultivo para la escritura de espías.
Los viejos agentes, sin embargo, se muestran desencantados y perplejos. En los tiempos del comunismo, las referencias entre el bien y el mal parecían estar claras. Ahora, cuando el nuevo enemigo es el evanescente mundo de las células terroristas islámicas, una sospecha comienza a tomar sentido: bajo la apariencia de una guerra por la libertad y la democracia en el mundo, late la idea de que otros intereses menos altruistas y cívicos, los económicos, están siendo capaces de dirigir la política de los gobiernos. Los grandes grupos económicos, parece decir le Carré, han tomado el relevo a los Estados: también ellos cuentan con estrategias, redes de espionaje, máquinas de fabricar mentiras.
El desenlace de la novela, espeluznante, muestra a un John le Carré nada condescendiente con la versión oficial de los últimos acontecimientos mundiales. Y si carga las tintas en la argumentación y en el insulto, consigue al menos que la novela crezca en interés y desasosiegue tanto como un mensaje en clave que sólo a medias es posible descifrar. Al fin y al cabo, la nueva arma política es la mentira, y ante la mentira —atributo diabólico— es saludable echarse a temblar un poco.
Pedro de Miguel
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